martes, 28 de septiembre de 2010

Crimen Solicitationis

Crimen Solicitationis.

Moldeada en antiquísima piedra blanca, la imagen majestuosa y espectral de la Abadía de Westminster se eleva en el horizonte londinense, contrastando con la cúpula plomiza del cielo otoñal. En su punto más alto, la bandera de Gran Bretaña ondea suavemente sobre los campanarios, mecida por una extraña corriente provocada por la brisa y el clamor de la multitud que se congrega a los pies dela Abadía, tal y como lo ha venido haciendo durante muchos siglos, anunciación tras anunciación, y polémica tras polémica.
Está vez, un 16 de septiembre de 2010, la Abadía de Westminster vuelve a bullir, abriendo sus puertas para recibir al Papa Benedicto XVI, quien penetra en su interior con su séquito entre acaloradas exclamaciones proferidas por seguidores y detractores por igual. Y es que, después de los comunicados del Pontífice exonerando a la mayor parte de las partes implicadas en el abuso de niños por partes de autoridades de la Iglesia Católica, que los últimos igualen o incluso superen en número a los primeros no es de extrañar. En Gran Bretaña han sido denunciados numerosos casos de abusos sexuales a menores y un grupo de víctimas, ahora regados en el mar de personas frente a la Abadía, han exigido a la Iglesia Católica que adopte medidas contra los agresores. Sus exigencias, al comienzo desapercibidas por el ambiente de indiferencia general de la Iglesia hacia todo lo que tenga que ver son sanciones a sus cofrades, fueron tomando más y más fuerza, hasta que la voluntad del Papa, en un comienzo tan sólida como las murallas de la abadía, terminó por ceder en forma de una larga y sentida disculpa. Después de todo, no se puede encontrar a Dios debajo de una sotana.
Dentro, la figura encapuchada de blanco del Papa sube a la tarima, adornada en rojo y oro, preparada para arrojar pétalos y liberar palomas blancas. Pero esta vez no ocurre nada, absolutamente nada. No ahora. Enseñar erecciones en forma de doctrina tiende a tener consecuencias. Benedicto XVI se acerca a los micrófonos de Europa y el mundo, y habla, en perfecto latín del siglo XXI, sobre su profunda compasión a esas victimas anónimas del abuso por parte de sacerdotes. Expresó, también, sentirse «avergonzado» y «humillado» por esos pecados, que calificó de «crímenes atroces». Por segunda vez durante su visita al Reino Unido, donde también se han registrado numerosos abusos sexuales por parte de curas a menores, el Papa expresó su «tristeza» y condenar estos actos después de años de una postura bastante imparcial al respecto. El Pontífice, de pie debajo de un imponente crucifijo que lo observa todo en silencio, también declaró, tras la presión de incontables sectores de la opinión publica, tolerancia cero con la pederastia, cerrando así la solemne misa que se ofició en su honor. Benedicto XXI afirmó que lo más importante son las victimas, a las que hay que ayudar para que superen el trauma, y agregó que los curas pederastas serían excluirlos de acceder a los jóvenes.
“Siento una gran tristeza porque la autoridad de la Iglesia no ha sido lo suficientemente vigilante, no veloz, ni decidida, para tomas las medidas necesarias”, afirmó el Papa ese día, a la frialdad de la Abadía y al calor de las personas que acogieron sus palabras con expectante silencio…
Numerosas personas se manifestaron contra la visita del Papa, al que acusan de ultraconservador y de haber escondido los casos de curas pederastas. Considerando sus últimas acciones este parece ser un paso bastante grande. Puede que la Iglesia, como un foco de incuestionable moral, haya decaído mucho, pero al menor, las paredes de la Abadía de Westminster seguirán de pie, sólidas e inamovibles, para el consuelo de aquellos cuya fe se esfuma, muchas veces de atroces maneras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario